ACOSO SEXUAL Y REDES SOCIALES

Hoy se ha convertido en tendencia mediática exhibir los casos de acoso sexual. En Hollywood las acusaciones de muchas actrices han derribado la imagen pública de grandes figuras y gente muy poderosa de la industria. Muchas de las acusaciones se refieren a hechos que pueden haber acontecido hace 20 años o más. Esto nos habla de cómo las redes sociales y su impacto en los noticieros de TV han cambiado las condiciones sociales y debilitado a gente poderosa.
Esto quiere decir que el acoso era un fenómeno social que ha estado encubierto en todo el mundo y que apenas hoy, en la era de las redes sociales, ha detonado públicamente y se ha convertido en tendencia.
Lo que queda también claro es que donde se ejerce poder o se manipulan los sueños de la gente, florece el acoso sexual bajo el disfraz de intercambio de favores. Las oportunidades en el ámbito de la industria del entretenimiento a veces tienen precio. Consideremos que también eso debe haber sucedido y suceder aún hoy en la política y en menor número en el ámbito laboral privado y hasta en el escolar.




Sin embargo, en nuestro país este es un problema sumamente arraigado que generalmente queda impune. Si todo sigue como hasta hoy, seguirá generándose impunidad en el futuro.
Mientras en los países desarrollados exhibir a la gente haciendo algo ilícito, indebido o socialmente reprobable, ha sido suficiente para que todo el peso de la ley caiga encima del infractor, en México la exhibición pública, no sólo de actos reprobables, sino delitos graves, no tiene consecuencias. El cinismo de quienes son exhibidos es aberrante, pero la complicidad de quienes deben ejercer la ley y no la aplican es aún peor y más grave.
En los países desarrollados ante la vergüenza de ser exhibida, la gente poderosa es probable que renuncie al cargo para someterse al escrutinio público y a la ley.
Lo relevante es descubrir que en Estados Unidos, Europa y otros países desarrollados, exhibir a los acosadores generalmente tiene consecuencias. Por ello debemos reconocer que el impacto de las redes sociales ha sido determinante. Vemos que la simple información modifica la realidad porque impacta a la persona acusada y ella, por la presión de sus propios valores morales o por presiones jurídicas del estado, es capaz de asumir responsabilidades.
En contraste, en México debemos reconocer que las redes sociales por sí mismas no han logrado los cambios como resultado de la interacción ciudadana, sino que cuando algo cambia o se dan respuestas jurídicas, es porque algún grupo poderoso, alguna institución o algún actor político aprovechan la oportunidad para deshacerse de alguien incómodo o que les estorba.
La sociedad mexicana no es eficaz para luchar contra las injusticias y prevalece la impunidad porque de entrada el 60% de la población está en la línea de la sobrevivencia, preocupada por sus problemáticas personales y familiares e insensible ante lo colectivo y social y por otra parte las clases medias viven en su zona de confort, esperando que nuestros problemas se resuelvan a partir de la presión del teclado de su dispositivo o de su laptop y generándose un milagro por la difusión en redes sociales. Por ello las clases medias mexicanas no llevan la problemática virtual de las redes sociales al ámbito de lo cotidiano en el mundo real o en las calles. Todo queda como testimonio en el WhatsApp u otros medios virtuales
La realidad se modifica sólo cuando la información genera acciones en las calles o incluso en los juzgados, bajo la presión social.
Sin embargo, en nuestra realidad mexicana lo que sí podemos suponer es que ONG´s locales, con apoyo global, presionen al gobierno a resolver la problemática de la violencia contra las mujeres y se active el trabajo legislativo para resolver, no por convicción de que es necesario impartir justicia, sino con fines electorales, o sea para ganarse el reconocimiento ciudadano y obtener su apoyo, lo cual puede ser peligroso.
El tema del acoso sexual, a diferencia del feminicidio, debe ser abordado legislativa y judicialmente con mucha cautela para no caer en excesos e injusticias. El feminicidio, al tener por resultado violencia física visible, es claro y no requiere tanto análisis como el acoso.
En México, el país de los feminicidios, el acoso sexual es cotidiano en el ámbito laboral, tanto en el sector público como el privado, pero con toda seguridad en la burocracia la incidencia debe ser altísima. Donde se ejerce poder, surgen las tentaciones de llevar su influencia hasta el ámbito sexual.
El acoso es un grave problema que debe ser frenado de inmediato, pero pretender hacerlo improvisadamente puede tener graves consecuencias para gente inocente.
Aprovechando que en México mentir en el ámbito judicial no tiene las mínimas consecuencias, lo cual es aberrante, puede iniciarse una tendencia en que los abogados en litigios laborales, pretendan resolver rápido a favor de una trabajadora recurriendo a acusaciones de acoso sexual, por poner un ejemplo, o incluso, que se genere una industria de extorsiones a partir de la simulación de acoso sexual, donde participen bandas bien organizadas, donde policías y ministerios públicos formen parte.
Determinar el acoso sexual es muy subjetivo, mientras no llegue a la agresión y por tanto, probarlo para la mujer, como rechazar la acusación para un hombre si se llega a dar el caso de un intento de extorsión, puede ser difícil, pues las pruebas casi se basan en declaraciones y testimonios de testigos, que pueden ser reales o ficticios en uno u otro sentido.
Para acabar con la práctica del acoso sexual por una parte y evitar a su vez que esta figura permita sustentar una extorsión, se hace necesario tomar acciones más profesionales, sobre todo en lo referente a la parte probatoria de las acusaciones. Seguramente introducir pruebas proyectivas de la sicología clínica, que permiten abordar el inconsciente de la persona para determinar qué sucedió y cómo y de esta forma saber si hay o nó delito que perseguir, así como polígrafos para aumentar la certeza en los resultados es muy necesario
Por una parte se debe legislar con mayor precisión sobre los delitos sexuales con ayuda de especialistas en el ámbito de la conducta. Por la parte de la impartición de justicia es necesario profesionalizar aún más las agencias especializadas en delitos sexuales, que ya existen dentro del ministerio público, pero que no han dado resultados, según consta en testimonios de víctimas.
El delito sexual requiere un tratamiento más sensible sicológica y emocionalmente y para ello se requiere contar con un equipo de sicólogos experimentados y con estudios en este tema.
El acoso sexual recurrente y el hecho de que quede impune, puede ser la antesala de la formación de futuros golpeadores, abusadores y feminicidas. Por ello debe ser tratado con responsabilidad por parte de las autoridades judiciales.
¿Usted cómo lo ve?
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