Cómo no vivir para perder

Tras los terribles sismos que sufrimos el mes pasado en México, las personas afectadas deben hacer recuento de daños lo más pronto posible y buscar la manera de recuperar algo de lo perdido y/o reparar lo que aún se tenga.
Para el efecto hay desde apoyos oficiales de los diferentes órdenes de gobierno hasta ayudas de particulares, empresas y fundaciones que están donando a manos llenas para respaldar a los damnificados. Una noble y loable acción que debemos repetir y mantener quienes podamos ayudar mientras sea necesario, y que podría ser un largo tiempo.
Esperamos que ninguno de nuestros suscriptores y sus familias se encuentren en esta situación, pero no está de más comentarlo.
Decíamos en la actualización de la semana pasada que hay pérdidas irreparables, como las humanas. Y cuando una persona pierde la vida se va para siempre. De ahí que no es ocioso recordar lo importante que es expresar a nuestros seres queridos, amigos, familiares… lo que sentimos y pensamos, porque –literalmente– no sabemos en qué momento podríamos dejar de verlos. Un adiós que no se dice a tiempo suele ser muy doloroso.
Pero la vida siempre sigue, y quienes nos quedamos todavía debemos continuar nuestra tarea de ser felices, aportar con trabajo a toda la sociedad y defender las instituciones sociales que le permiten a nuestra civilización seguir progresando, como la propiedad privada y la libertad individual. De hecho, poco reparamos en lo crucial que es ese saber comportarnos para la convivencia pacífica y la elevación continua y sostenible del bienestar de la población. Es una pena. En fin, entre los buenos comportamientos debemos destacar el financiero.
Gastar más de lo que se gana es un comportamiento irresponsable
Más allá del nivel de ingreso, el sacrificio del consumo presente con miras a ahorrar una parte de éste para el consumo futuro es un buen comportamiento aprendido por el ser humano en anticipación al tiempo en que, por su edad, ya no pueda valerse de la misma manera por sí mismo. Como en la fábula de la cigarra y la hormiga, no prepararse en tiempos de abundancia, para los de carencia, es irresponsable. En ese mismo sentido, prever los riesgos a los que estamos expuestos, y mitigarlos, es lo correcto. Quien no lo hace actúa mal, en perjuicio de sí mismo y de los suyos.
Abundemos: el patrimonio personal o familiar, las personas, en fin, todo en este mundo está sujeto a cambios bruscos. El hecho mismo de estar vivos nos mantiene en riesgo permanente de que esa situación cambie en cualquier momento, ya sea por enfermedad, algún accidente o la causa que sea. Apuntábamos arriba que las pérdidas humanas son irreparables, pero las financieras pueden (y deben) ser mitigadas para que, en caso de desastre, el daño sea el mínimo posible.Para eso existen los seguros: de vida, de gastos médicos, de auto, de casa, contra accidentes
personales y más.
Dependiendo del grado de riesgo al que estemos expuestos por nuestra edad, sexo, actividad profesional, etc., los costos variarán. El hecho de que cueste dinero hace que muchas personas prefieran no comprar las coberturas porque lo consideran caro, un gasto innecesario. Grave error. Como le digo, el punto aquí es comportarnos como es debido, y lo correcto es ser previsores. Por sus propias características, un seguro no puede comprarse cuando ya ha acontecido el siniestro para el que queríamos cubrirnos. Así que las primas pagadas deben ser consideradas, también, como parte de nuestras inversiones, porque lo son.




Se invierte para ganar, pero también para protegernos de daños catastróficos
Quien anda por la vida sin los seguros suficientes depende de la suerte y reza para que nunca le ocurra nada, pero en un mundo que no suele tener piedad contra los impreparados, esa es una pésima estrategia.
Como le digo, la vida misma está siempre amenazada, y los peligros existentes no pueden ser eliminados.
Hoy, lamentablemente, cientos o miles de personas han descubierto que la falta de previsión y preparación ante los peores escenarios tiene un alto costo para ellas.
Digamos que en materia financiera ocurre algo análogo a lo que se dice de la educación: sí, es cara, pero más cara es la ignorancia. Y no hay duda. Asimismo los seguros, que si bien pueden ser caros (no siempre, como el seguro de casa, que suele ser muy accesible en comparación con el valor del activo que ampara), más caro puede ser no tener los suficientes y con las coberturas adecuadas.