El verdadero peligro para Bitcoin lo es para todos nosotros

En abril de 2016 en mi blog de Forbes México publiqué el artículo “RSCoin: los bancos centrales ‘plagian’ al Bitcoin”. Ahí informé de los experimentos que se comenzaron a hacer entre la University College London y el Banco de Inglaterra para desarrollar una criptomoneda oficial centralizada que llamaron RSCoin.
Esas dos instituciones en conjunto presentaron el documento Centrally Banked Cryptocurrencies, en el que destacaron que con este esquema de criptomoneda los bancos centrales mantendrían “completo control sobre la oferta monetaria, pero basados en un conjunto de autoridades o ‘mintettes’, para evitar el doble gasto”.

Los autores aludieron a los planes de instituciones como JPMorgan Chase y Nasdaq de desarrollar tecnologías de cadena de bloques (blockchain), y al impacto que el Banco Central Europeo (BCE), la Fed y el Tesoro británico han reconocido que tendrán las criptodivisas en la política monetaria, el sistema de pagos y la innovación.
Oportunamente advertimos que este ‘plagio’ a la tecnología en que se basa el Bitcoin, sumado a otros que se han seguido dando a cargo de diferentes autoridades monetarias alrededor del mundo, terminarían necesariamente en un intento por prohibir las criptomonedas privadas para monopolizar, de nuevo, todo el mercado monetario. Una desgracia que no debemos permitir jamás.
De ocurrir, los banqueros centrales se reirán a carcajadas de nosotros y estarán más que agradecidos con Satoshi Nakamoto (seudónimo del creador o creadores de Bitcoin) por el favor de un invento tan extraordinario que habrán expropiado para seguir expandiendo, de manera moderna y perfeccionada, el control estatal sobre la vida privada de las personas. Imperdonable.
La guerra contra el efectivo
Como sabe, amable suscriptor, en Top Money Report le hemos puesto un marcaje personal al tema de la ‘guerra’ contra el uso del dinero en efectivo, que siguen empujando los gobiernos del mundo. Existen opiniones a favor de esta medida bajo un principio correcto pero aplicado de forma equivocada: ‘el que nada debe nada teme’. De hecho, así es como nos lo venden las autoridades. No caiga en esa trampa.
A lo que se refiere esa frase es a que si usted no ha hecho nada malo, es decir, si no ha violado la libertad ni la propiedad de nadie, no tiene por qué temer ser castigado, y por ello le debe estar permitido seguir haciendo lo que quiera. Se debe partir, pues, de un enfoque de presunción de inocencia, y si alguien es acusado, la carga de la prueba debe recaer en quien acusa.
Así que si y sólo si a usted o a cualquiera se le comprueba que ha actuado de manera indebida, la autoridad deberá proceder a la sanción, no antes, y sólo actuar sobre el responsable o responsables, no contra terceros que nada tengan que ver. Esto último sería una injusticia, un atentado por parte de quien –en vez de ser el garante de la libertad y la propiedad (el Estado)– se convierte –igual que el delincuente– en victimario.
Debido a lo anterior, cualquier intento de prohibir el uso de efectivo bajo el argumento de que es usado por delincuentes para lavar dinero, cobrar rescates por secuestros, evadir impuestos, traficar drogas, etc., queda en automático invalidado.
Y es que si alguien delinque, usando cualquier medio o instrumento, no es responsabilidad del objeto, sino de la persona, y contra ella, en exclusiva, se debe actuar. Pensemos en un ejemplo, quizá exagerado, pero ilustrativo: ¿alguien se atrevería a proponer la prohibición de fabricar cuchillos o navajas, debido a que han llegado a ser usados para cometer homicidios? Seguramente no.
En el caso que nos ocupa, el que una minoría pueda usar el efectivo para cometer actos ilícitos nada tiene que ver con que al resto se nos prohíba y, de paso, se nos diga que es ‘por nuestro bien’, o que si nos oponemos es porque tenemos algo que esconder. Nada de eso.
Quienes defendemos la libertad y los derechos del individuo como la única forma de asegurar una convivencia pacífica y el desarrollo continuo de nuestra civilización, no nos dejamos engañar por los sofismas de los servidores públicos nacionales y extranjeros.
La consigna es mundial: avanzar en el control estatal sobre la vida privada de la gente. Socialismo, para decirlo en una sola palabra.
Sí. Para ser claros, lo que no nos permite seguir siendo libres nos conduce a ser cada vez más esclavos de la voluntad de los gobernantes. Eso es el socialismo: la coacción o amenaza de coacción contra el libre ejercicio de la acción humana.
La libertad sí tiene límites
Antes de que alguien salte del asiento para reclamar que la libertad individual absoluta es condenable porque implica que, en el extremo, todos nos podamos matar entre nosotros ‘porque se nos da la gana’, es conveniente recordar que la libertad es sinónimo de responsabilidad.
Hacer lo que se quiera sin límites, no es de alguien libre, sino de un salvaje. Un individuo libre, en cambio, es el que se comporta de manera respetuosa con los demás, sin atentar contra una idéntica libertad en terceros a la que él mismo tiene.
Los hombres primitivos, por lo tanto, no eran libres, sino libertinos… y pobres.
La pobreza es el estado original del ser humano en la Tierra. Nuestra especie se las ha tenido que arreglar, igual que el resto, para sobrevivir en un mundo hostil, donde la vida está en todo momento amenazada.
En La acción humana, Mises nos dice, con mucha razón, que el ser humano, gracias a su inteligencia para percatarse de las ventajas de la cooperación sobre el trabajar y vivir aislado, dio origen a la vida en sociedad. De no haber sido así, “los hombres habrían continuado siendo siempre enemigos mortales entre sí, los unos frente a los otros, rivales irreconciliables en sus esfuerzos por apropiarse porciones siempre insuficientes del escaso sustento que la naturaleza espontáneamente proporciona”.
Ese mismo principio de cooperación, que es justa, es, entonces, el camino a seguir para el desarrollo armonioso de nuestras sociedades en todos los ámbitos del quehacer humano, pero muy en especial en el plano monetario, por ser el dinero el intermediario general en los intercambios.
Aprendimos a cooperar
A lo largo de milenios, el ser humano aprendió los comportamientos que más le convenían para sobrevivir, como el de trabajar en conjunto y dividiendo el trabajo en vez de hacerlo todo solo.
En este sentido, el respeto a la integridad física, la voluntad y la propiedad del prójimo son valores que también se han ido aprendiendo y perfeccionando más en unas sociedades que en otras, y en el camino han dado paso a que algunas se desarrollen y prosperen más.
¿Será casual o causal que aquellas en que se respeta y se hace respetar la libertad individual y la propiedad privada son las únicas que se desarrollan?
¿Tendrá algo que ver esto con que en regiones como México y Latinomérica continuemos a la zaga en la materia y cayendo en el error populista de seguir a líderes que prometen un futuro próspero gracias a su dirección?
Entender lo anterior no es difícil, pero sí clave para poder dimensionar el tamaño del problema que tenemos en el planeta, y muy en particular en la civilización occidental: abandonar los principios fundamentales de la misma nos acerca hacia el salvajismo y la pobreza originales de nuestra especie; no nos hace seguir evolucionando.
No hay, pues, nada de ‘avanzado’ o ‘civilizado’ en una sociedad en que la vida de los individuos puede ser vigilada y controlada por los gobernantes y sus instituciones –como los bancos centrales– a placer.
No habrá futuro próspero sin libertad, sobre todo libertad económica
Parte sustancial de la economía radica en el sistema monetario, herramienta eficaz y eficiente del ser humano para el desarrollo de los mercados, que alguna vez nacieron con el ineficiente trueque. Así, el intercambio indirecto –característico de sociedades que avanzaron más allá de su estado primitivo– podrá seguir siendo cada día más complejo, avanzado y libre, para beneficio de las condiciones de vida de la mayor parte de la humanidad.
Continuemos el camino de abandono del estado de salvajismo y pobreza del que salimos como especie; no vayamos en sentido contrario, y para eso es indispensable que la competencia abierta y total nos siga enseñando los mejores comportamientos, cuáles son los mejores y más eficientes procesos de producción, las mejores tecnologías, etc.
En este sentido, el mercado abierto y competitivo debe ser defendido a capa y espada en el aspecto monetario, porque es gracias a éste que podemos conocer la preferencia temporal (la mayor o menor propensión de las personas a consumir hoy o a hacerlo después) de los agentes económicos a través de la tasa de interés, el más importante de todos los precios de la economía.
Si se sigue manipulando, como hasta ahora, el resultado será la destrucción de capital, el sufrimiento de miles de millones de personas y el condenar a las futuras generaciones a un futuro menos abundante por causa de haber consumido nosotros, antes de tiempo (a través de la deuda), lo que no nos correspondía.
Por eso le digo que el peligro para Bitcoin lo es, en realidad, para todos nosotros
China, que ya no es tan grande desde el punto de visa de BTC como veremos más adelante- está dando pasos en el sentido de su prohibición –aunque es muy probable que después recule, como ha hecho en el pasado–, pero alrededor del globo se seguirán multiplicando bancos centrales que quieren su propia criptomoneda oficial, y gobiernos que intenten prohibir las criptomonedas descentralizadas y privadas.
Una vez que el uso de estas sea la regla –algo para lo que todavía faltan meses o años-, en vez de la excepción, espere un ataque global contra las monedas virtuales descentralizadas –como, en su momento, lo hubo contra el oro y la plata para sacarlos del sistema monetario–, que en realidad será un ataque contra la libertad de los individuos y su propiedad privada. El sueño de dominación mundial en manos de unos cuantos estará más que consumado, pues cualquier ‘rebelde’ que no se someta a la voluntad de aquellos podrá ser excluido y marginado. N podemos permitir que llegue ese momento: la gente debe poder elegir en libertad qué dinero usa o no.