La alternancia que no se da (Ni se dará)

Ya ha pasado el momento álgido de las elecciones del Estado de México, de sus resultados; sus protagonistas ceden notoriedad ante los hambrientos aspirantes al 2018 quienes se cuelgan medallas o quitan muertos para pulir la recta final de lo que ha sido, como siempre, una elección anticipada.
Así, con las “aguas quietas” y antes de los grandes enfrentamientos democráticos, es más fácil centrarse en lo importante, en lo que está más allá de los resultados; En los ausentes y clamorosos faltantes que todo mundo busca pero no de la manera correcta. Sí, la “alternancia”, esa bandera mancillada para muchos ante los resultados recientes, sobre todo en el Estado de México y Coahuila.

El grito popular, pues, de candidatos y seguidores fue unísono: “No más PRI. Hora de un cambio” como si bastase la buena voluntad de un candidato para modificar una estructura cimentada en más de 80 años de corrupción, como si las instituciones no fueran la enfermedad, sino un enfermo más.
¡Ojo! No estoy defendiendo a algún partido, ni estoy diciendo que la exigencia de un nuevo proyecto sea necesaria, al contrario, yo concuerdo en que hoy más que nunca deben hacerse presentes las nuevas opciones de gobierno, simplemente digo que “el cambio” no depende de un hombre o un nombre.
Vamos, no es una cuestión de “honestidad” o “incorruptibilidad” pues la misma corrupción se permea a lo largo de todos los niveles de institucionalidad, surgiendo desde el más pequeño contacto entre individuo y Estado como una cuestión casi “natural” ante los engorrosos, difíciles, caros, complicados e inútiles trámites que deben afrontarse cada día. Nadie busca hacer esto de manera distinta.
Es decir, como ya he tenido el atrevimiento de escribir antes, ¿Cómo esperamos resultados distintos si seguimos haciendo las mismas cosas? La “alternancia” podrá darse de nombres, de hombres, podrán ir desfilando uno por uno y sin importar los tamaños de su moral o lo infranqueable de su ética puedo asegurarle que fracasará, que obtendrá el mismo resultado siempre cuestionable.
¿Queremos que las cosas cambien? ¿Qué de verdad se de una alternativa? Pues habrá que ir pensando en ideas más que en personajes políticos.
Y no, “redistribuir la riqueza” de manera “diferente” no es un nuevo paradigma; Es el mismo discurso pero políticamente correcto; la misma fórmula que este país ha tenido que tragar una y otra y otra vez, pero a diferentes dosis.