Comicios 2021 y cómo afectarán nuestras inversiones

El próximo domingo 6 de junio tendremos las elecciones más importantes de la historia de México. No elegiremos presidente de la República, sin embargo, se decidirá si la mayoría del país nos entrega a las manos del empobrecedor socialismo, o si le pone un dique al poder de López Obrador en la Cámara de Diputados para salvar lo poco que queda de las instituciones que le hacen contrapeso.
Las elecciones a gobernador son importantes a nivel local, pero el destino del país en realidad se decidirá en los votos para las diputaciones federales.
El oficialismo de Morena hace campaña con el sofisma de que estar con la oposición es estar a favor de “los corruptos del pasado”, que “quieren volver” para quitar los “apoyos” sociales que el dadivoso presidente regala a manos llenas (para comprar votos). Todo eso es una falsedad.
Nadie quiere que “vuelva” algo que no se ha ido todavía – la corrupción-, ni quitarle apoyos a nadie, sobre todo, porque el Ejecutivo será ejercido aún por la misma persona. Lo que se plantea, en cambio, es evitar el totalitarismo del poder presidencial.
Incluso los simpatizantes de la autodenominada “Cuarta Transformación” deben saber que nunca es una buena idea entregar todo el poder a ningún político.
La razón es que sin importar qué tan buenas sean sus intenciones, cada acción que toman tiene consecuencias previsibles e imprevisibles que casi nunca son las que el gobierno en turno espera.
De hecho, la imposibilidad del socialismo tiene que ver justo con que cada individuo reaccionará de manera distinta a las decisiones tomadas desde el gobierno. Los ciudadanos no somos computadoras ni robots programables desde el poder central para obedecer a ciegas.
Para desgracia de los totalitaristas, cada persona tiene capacidad de decidir por sí misma según sus intereses, que pueden ser opuestos a los del gobernante. Y qué bueno que así sea porque ¡a eso tenemos derecho!
En concreto, debemos entender que el rumbo que lleva México en la actualidad lo conduce a un choque económico- financiero de grandes proporciones.
El presupuesto federal, como siempre, sigue siendo deficitario. En términos reales este año, y el que sigue, se continuará gastando más y más respecto a períodos anteriores. Ese es un problema crónico del país que con López Obrador no sólo no se ha resuelto, sino que además de seguir abonando a la deuda pública, se ve agravado por el derroche de recursos en proyectos financieramente insostenibles a largo plazo que quebrantan los cimientos que sostienen nuestras frágiles finanzas públicas.
Es justo ahí donde debemos centrar nuestra atención.
Las malas inversiones no sólo no generan ganancias, sino que crean pérdidas. En una empresa esas pérdidas la conducen a la quiebra más pronto que tarde, mientras que en un país, los gobernantes suelen ganar tiempo recortando gasto en rubros “no prioritarios” para sus intereses para pasarlo a los objetivos que les interesan.
Este financiamiento no borra las pérdidas, las agrava al posponer el inevitable colapso de un emprendimiento que cada día requiere más y más recursos para mantenerse en funcionamiento. Hacia allá vamos.
En concreto me refiero “agujeros negros” como el “salvamento” de Pemex y CFE, la construcción de la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el Aeropuerto Felipe Ángeles; a la compra de la refinería en Texas y otros proyectos que se seguirán acumulando.
Este lunes, por ejemplo, López Obrador habló de la posibilidad de “revivir” a la quebrada Mexicana de Aviación. ¿Quién se atrevería a “levantar” a esa aerolínea? Ningún empresario sensato. Quien se crea el cuento que contó el presidente en su “mañanera”, peca de ingenuo. La única forma sería con dinero público pero sólo para convertir a esa empresa en otro agujero negro más, devorador de presupuesto.
Simpatizantes de la llamada 4T podrán aplaudir ese tipo de discurso socialista, pero no así los inversores nacionales y extranjeros, fondos de inversión, agencias calificadoras y especialistas en economía y finanzas, que no necesitan ser brillantes para anticipar que el único destino posible para la sinrazón gubernamental es una nueva gran crisis sexenal.
Esto incluye, por supuesto y en especial, un pronunciamiento en la caída de valor del peso, que se hará evidente sobre todo en el tipo de cambio y la inflación.
Para ser claros: si el domingo Morena y sus aliados consiguen la mayoría calificada (dos terceras partes) de la Cámara de Diputados, deberemos acelerar nuestra huida de capitales hacia refugios de valor no denominados en pesos mexicanos. Lo mismo aplicará incluso si consiguen una mayoría simple, pues les será más que suficiente para aprobar la mayoría de las modificaciones legislativas que se le ocurran a AMLO de cara al final de su sexenio. Ojalá que podamos ganar más tiempo derrotando a la 4T en las casillas de votación, pero por desgracia, es el escenario menos probable.