CONSUMO Y CRECIMIENTO, ¿RELACIÓN CAUSAL? (Segunda de cinco partes)

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Arturo Damm Arnal

PESOS Y CONTRAPESOS
El año pasado, en promedio mensual, y en términos anuales, la producción de bienes y servicios creció 2.5 por ciento, mientras que el consumo privado lo hizo a una tasa del 3.5 por ciento. El segundo creció 40.0 por ciento más que la primera, lo cual (producto de la visión keynesiana: la compra crea producción o, dicho de manera ortodoxa, la demanda crea oferta), ha llevado a más de un funcionario público a afirmar que ha sido el consumo privado el principal motor del crecimiento de la economía mexicana, mismo que se mide por el comportamiento de la producción de bienes y servicios, afirmación que es un enorme disparate (con perdón de Keynes y los keynesianos quienes creen que, no solo no es un disparate, sino que es la clave del crecimiento), siendo esta la tesis sostenida, una y otra vez, por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray (búsquese en Google “Consumo interno, crecimiento, Videgaray”).
Lo primero que hay que hacer, para descubrir el desatino, es distinguir entre demanda, compra y consumo, tres acciones humanas relacionadas pero distintas. Demandar supone pedir, comprar supone adquirir, y consumir supone satisfacer una necesidad, disponiendo para ello del satisfactor. Pongo un ejemplo. Llega usted a la tortillería y pide un kilo de tortillas (demanda). Si hay tortillas, entonces usted paga el precio correspondiente y adquiere tortillas (compra). Si habiendo adquirido las tortillas enrolla usted una y se la come satisface una necesidad (consume). ¿Qué pasa si pide usted un kilo de tortillas y ya no hay tortillas? Que lo único que puede usted hacer en tal situación es demandar tortillas, pero no comprarlas y, por lo tanto, tampoco consumirlas.
Una cosa es demandar (pedir), otra comprar (adquirir pagando un precio), y otra más consumir (satisfacer una necesidad), y la pregunta es si alguna de estas acciones puede ser causa eficiente del crecimiento de la economía, es decir, de la producción de bienes y servicios. No, claro que no, por más que los keynesianos afirmen terminantemente lo contrario.
Continuará.
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