DE LAS DROGAS (Segunda de cuatro partes)

PESOS Y CONTRAPESOS
Para entender la postura a favor de la legalización de las drogas hay que tener clara la diferencia entre crimen y vicio, y entender lo que sucede cuando el gobierno, falsamente, identifica vicios con crímenes y actúa en consecuencia.
Cito a Lysander Spooner: “Los vicios son aquellos actos por los cuales un hombre se daña a sí mismo o hace daño a sus bienes. Los crímenes son aquellas acciones por las cuales un hombre daña a otras personas o a sus pertenencias. Los vicios son meramente las equivocaciones cometidas por un hombre en la búsqueda de su propia felicidad. En oposición a los crímenes, no suponen malicia hacia otros ni interfieren con sus personas o propiedades. En el caso de los vicios, falta la esencia misma del crimen, es decir, el designio de dañar a la persona o la propiedad del otro. Es un principio de la ley que no puede haber crimen sin intención criminal; es decir, sin intención de invadir la persona o la propiedad de otro. Pero nadie se dedica a un vicio con una intención criminal de tal índole. La persona ejerce su vicio exclusivamente por su propia felicidad, sin la más mínima malicia hacia los demás. A menos que ésta clara distinción entre vicios y crímenes sea establecida y reconocida por la ley, no podrá haber sobre la tierra cosas tales como el derecho individual, la libertad o la propiedad, junto con el correspondiente e igual derecho de otro hombre al control de su propia persona y propiedad. El gobierno que proclame que un vicio es un crimen, y lo castigue en tanto tal, intenta falsificar la naturaleza misma de las cosas. Sería tan absurdo como proclamar verdadera a la falsedad, o falsa a la verdad”. https://www.liberalismo.org/articulo/356/53/vicios/son/delitos/
Se puede argumentar, buscando razones para la prohibición, que el productor de drogas daña al drogadicto y que el drogadicto daña a sus seres queridos, razones más que suficientes para que el gobierno prohíba y castigue desde la producción hasta el consumo de drogas. No es así.
Con relación al primer punto hay que tener en cuenta que el productor de drogas no obliga al drogadicto a drogarse: ofrecer un producto no implica obligar al consumidor a comprarlo y consumirlo. La responsabilidad por el consumo es del consumidor, no del productor.
Con relación al segundo punto hay que distinguir entre violar un derecho y causar un daño moral. El drogadicto le causa un daño moral a sus seres queridos, pero no viola sus derechos, porque ninguno tiene el derecho de que no se drogue. Tendrá el interés de que no lo haga, pero no el derecho. Y lo que el gobierno debe prohibir y castigar es la violación de derechos, las actividades delictivas por su propia naturaleza, no los daños morales, las actividad éticamente cuestionables.
Continuará.
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