Depresión artificial del precio del oro: ¿maldición o bendición?

En muchos sentidos, 2021 será para el mundo lo que 2020 debió ser: un año de crecimiento. Este año ha sido tan sorpresiva y extraordinariamente malo a causa de la pandemia, que el inevitable rebote del que viene – sumado a factores como la vacunación masiva y el inicio de la primavera en marzo-, acelerará una ola de optimismo que en el ámbito financiero se reflejará en los índices bursátiles y otros activos de riesgo como el peso que se revalorizarán.
En un mundo en el que las tasas de interés están de nueva cuenta en mínimos históricos cercanos a cero por ciento, la casi nula obtención de rendimientos en instrumentos tradicionales considerados de “bajo riesgo” empuja a los inversores a buscar ganancias en mercados más riesgosos.
Esto no sería ningún problema en un mundo de mercados libres en el que dichos tipos de interés estuvieran en cero debido a un exceso de ahorro. ¡Pero no es el caso!
Y es que como en cualquier mercado, en el de dinero a mayor oferta de ahorro del público las tasas de rendimiento de los bonos tenderían a bajar hasta desincentivar ese ahorro excesivo e inducir a más consumo, y a la inversa: a menor oferta de ahorro por parte de los inversionistas las tasas tenderían a subir hasta atraer más de esos recursos.
Sin embargo, en el sistema monetario actual el libre mercado de dinero no existe más.