Entre los Ejidos y el TLC: La realidad del Maíz y el campo.

En vísperas de la tan afamada y temida revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, es necesario empezar a revisar, con suma calma, recelo y detalle, las bemoles de nuestros intercambios comerciales, así, tras unos pocos minutos de sinuosa lectura, podremos descubrir con pesar para los ultra nacionalistas mexicanos, que el Maíz, cimiento de nuestra historia – por no decir de la canasta básica – es importado prácticamente en su totalidad de Estados Unidos.
Si los porcentajes no me fallan más del 90% de este cereal viene del otro de la frontera norte, generando punzadas y dolencias en todo aquel que haya usado por lo menos alguna vez en forma favorable el término “soberanía alimentaria”. En 2016 las importaciones por Maíz se valuaron en 2,638,783 Miles de dólares de los $2,689,923 totales que reporta INTrade del Banco Interamericano de Economía
¿Qué se puede decir sobre este abrumador “déficit maizalero”? ¿En verdad somos brutalmente dependientes, por lo menos en este producto, de las circunstancias Estadounidenses? ¿Qué tan mal está la situación del campo para llegar a estos extremos de un producto tan “nacional”? Bueno, creo que la pregunta correcta y de interés, sobre todo al estar de cara a la renegociación del TLC, es la última.

Antes de permitirles seguir en la afable lectura de este análisis, permítame puntualizar que mi punto dista mucho del proteccionismo, del culpar a otros por problemas propios o de pedir, siquiera con la mínima connotación de exigencia, una mayor participación del estado en el campo mexicano, para nada, lo que quiero ilustrar, como siempre, es esa arista de la información que puede mostrarnos una conclusión distinta a la aceptada o a la políticamente correcta. De ahí en más la conclusión es enteramente suya.
Veamos entonces el problema de fondo: El campo Mexicano es improductivo, ni más ni menos, o por lo menos no para atender una demanda interna pues hay en el Maíz un mercado importante; un nicho que, dudo, sea indiferente para quienes buscan una oportunidad de crecer económicamente
Y si vamos un poquito más a fondo, podemos entre ver que en el campo mexicano no existe un concepto capaz de dar respaldo a la propiedad, es decir, de las 3 figuras existentes bajo la tutela del ejido (Tierras parceladas, de uso común y para asentamientos humanos) ninguna da verdadera certeza a quien le trabaja, dejando sectores importantes en la completa inoperancia.
Es decir, blanco y en botella: El verdadero monopolio del campo – Y por tanto de sus productos – lo tiene el estado mexicano que mediante diversas disposiciones legales – promovidas, aprobadas y revisadas por ellos mismos, claro está – mantiene retenido el potencial del campo como industria productiva ¡Y ni hablar de las ayudas sociales! Prácticas clientelares que sirven para someter voluntades pues de ser efectivas estas ya hubieran desaparecido, lejos de engrandecerse
Ahora tiene mucho más sentido que el principal propósito nacional en la renegociación del TLC sea ampliar los beneficios del comercio agrícola, así pueden sostener un modelo rebasado e ineficiente sin matar de hambre a quienes dependen verdaderamente de los precios en la canasta básica.
Entonces… ¿Está mal que Estados Unidos nos llene de Maíz? ¡Para nada! ¿Debe permitirse el libre comercio de mercancías, en este caso, de productos agrícolas? ¡Por supuesto! Pero, a su vez, creo que absolutamente todos, desde el consumidor final hasta el productor y el competidor se verían beneficiados si el campo mexicano representase una verdadera “oposición” en el mercado, es decir, que el arduo trabajo de los individuos se viese reflejado en su prosperidad, avance y desarrollo más que en un sistema obsoleto, “revolucionario” y que lentamente mata al campo, a las tierras y a los campesinos mismos.
El campo mexicano no funciona por culpa de la competencia, al contrario, sobrevive gracias a ella y el maíz es la prueba. El campo mexicano no funciona porque más de la mitad de su extensión no tiene dueño, es de “todos” y nadie produce nada. Tal cual, tan simple, tan complicado.