INEGI, CONEVAL Y LA MEDICION DE LA POBREZA

margarito
 Ricardo Homs

Hoy que INEGI y CONEVAL, con cifras de medición diferentes han llevado nuevamente a la agenda política el tema de la pobreza, conviene hacer un análisis respecto a las estrategias gubernamentales para combatir esta grave injusticia social, inaceptable en el país que representa ser la decimocuarta economía más importante del mundo.
A final de cuentas las estadísticas responden a los criterios con que se diseñan los instrumentos de medición. Por tanto, un estudio se puede realizar con criterios para maquillar la pobreza y minimizarla, o para resaltarla. Por tanto, nosotros simplemente debemos tomar  los resultados como un indicador y no como un testimonio definitivo, pues resulta ser una visión técnica y fría para describir un tema social que duele.
Las cifras de la pobreza, igual que las de la violencia, son simples indicadores que equivalen a una radiografía del momento. Lo realmente fundamental y determinante es evaluar si las estrategias para combatir la pobreza son efectivas o simplemente equivalen a un calmante para mitigar un problema grave pero sin resolverlo.
Lo grave es que la pobreza hasta hoy, -con la política asistencialista que han practicado todos los gobiernos desde hace por lo menos cuarenta años-,  es atacada con criterios electoreros, para generar dependencia en los beneficiarios de los programas asistenciales.
La pobreza no se combate con despensas ni con la entrega de un cheque mensual. Estos programas simplemente la mitigan, en un juego perverso que no la resuelve, pero la mantiene latente y controlada.
Son un placebo que conduce a una “zona de confort”, que  no resuelve en definitiva las carencias, pero las hace menos angustiantes.
Cada gobernante titula su propio programa asistencialista con adjetivos rimbombantes para generar expectativas de que ahora sí se va a combatir la pobreza en serio.
La pobreza existe como resultado de los programas de la secretaría encargada  de administrarla. Hoy esta es la SEDESOL. Esta secretaría que ha tenido nombres diferentes a lo largo de muchos sexenios, ha sido la cara amable de todos los gobiernos.
Es la cara filantrópica que genera agradecimiento que luego se convierte en votos para el gobierno en turno. Es la reserva electoral. Ha habido administraciones gubernamentales que la han utilizado descaradamente para conseguir votos y otros la han utilizado discretamente.
Lo terrible de esta política asistencialista es que fomenta el desinterés por el trabajo y malacostumbra a la gente a recibir dádivas de “papá gobierno”.
No se puede eliminar de tajo esta política pues podría generar una revuelta, pero sí podría transformarse en un programa que actúe como agente de cambio social, que empiece modificando la mentalidad de la gente, capacite a los miembros de la familia en edad productiva y los inserte en el ámbito laboral. De ese modo realmente se combatiría la pobreza.
Utilizar la despensa y los cheques como una beca temporal mientras la familia se prepara para ingresar en el ámbito laboral sería un enfoque constructivo para erradicar la pobreza.
Muchas opciones deben existir para erradicar la pobreza, pero se requiere la voluntad para hacerlo, analizando las mejores prácticas alrededor del mundo para definir un modelo que permita capacitar a la gente joven de las familias que viven en pobreza extrema e insertarlos al ámbito laboral.
E-mail: ricardo.homs@usa.net