Inversión en cetes y afores ¿por qué sí o por qué no?

Hay dos inversiones muy populares que casi nunca recomiendo: cetes y afores. La razón es que se trata de instrumentos hechos “para no perder”, pero que justo por eso, sí se pierden mucho mejores oportunidades de ganar rendimientos reales. En el caso particular de los cetes a 28 días, las tasas de rendimiento están muy cerca de sus mínimos históricos y su tendencia sigue siendo descendente.
Es posible incluso que en próximos meses o par de años, las tasas de cetes sigan a la baja con tendencia al mínimo histórico de 2.43 por ciento que se alcanzó en enero de 2015.
Ahora bien. No debe olvidarse que para obtener el rendimiento real, se debe descontar la inflación. El índice inflacionario que publica el INEGI es un indicador referencial importante, pero recuerde también que su propia inflación (el alza de precios de los bienes y servicios que de manera específica usted consume) no es exactamente igual a la de todos los demás, y quizá dicha inflación propia sea todavía más alta. De ser así, su capital se está erosionando de manera silenciosa pero continua.
Así pues, hoy que los cetes 28 pagan una tasa anual cercana al 5 por ciento, si la inflación anual fuera de 3 por ciento, el rendimiento real de ese instrumento queda en sólo 2 puntos porcentuales al año sobre el capital invertido. ¡No es nada!
Todo esto tiene que ver con la (falsa) medicina universal que los bancos centrales aplican para “estimular” la economía: inyectar liquidez al sistema, bajar los tipos de interés e incentivar la expansión crediticia para incrementar el consumo. El rango objetivo de las tasas de la Fed estadounidense está ya entre 0.00 y 0.25 por ciento a causa de la crisis por Covid-19.
Entonces: ¿En qué invertir en estas condiciones?




La respuesta inteligente a los ínfimos rendimientos de cetes y bonos, es comprar activos reales con buenos fundamentos y perspectiva de demanda futura. Incluso si no pagan intereses, como el oro, la plata, divisas “fuertes” en efectivo, criptomonedas, obras de arte, bienes raíces, etc., tampoco te castigarán en el mediano y largo plazos, en los que – por las políticas de expansión monetaria-, se seguirán apreciando.
¿Y en afores?
Las afores son un mal necesario y obligatorio para los trabajadores formales que en algún momento, o en la actualidad, se encuentren afiliados al Seguro Social.
Las afores administran fondos en una cuenta individual de los trabajadores, cuyos recursos, no se pueden utilizar en su totalidad sino hasta cumplir con ciertos requisitos como la edad de retiro.
El dinero que tienes en tu afore “es tuyo pero como si no lo fuera”. No lo es al menos hasta que te retires, momento en el cual quizá lo puedas recibir en una sola exhibición (tras pagar los impuestos respectivos), o tengas que usarlo para comprar un seguro de renta vitalicia a cambio de una pensión de salario mínimo.




Las afores, sin embargo, no son necesarias ni recomendables para aquellas personas que son responsables con sus finanzas a lo largo de su vida: aquellas que no gastan nunca más de lo que ganan, ahorran e invierten.
Este tipo de inversor individual no por fuerza es o fue un empleado formal durante su vida laboral, y si lo fue, tener dinero en su afore implica un molesto costo de oportunidad para él. ¿Por qué dejar capital en manos de una administradora en vez de invertir de mejor manera uno mismo?
Tener una afore debería ser un derecho, pero no una obligación.
Por eso tampoco recomiendo invertir “voluntariamente” en su cuenta de afore. Mejor, invertir en su educación financiera y mantener hábitos de ahorro en activos valiosos.
¿Sabe cuál es la media actual de los promedios ponderados de las 10 SIEFORES que manejan todas las afores del sistema? 4.87 por ciento.
¿Le suena parecido a rendimiento de los cetes? No es casualidad. Buena parte de los recursos del sistema de ahorro para el retiro, se invierte en esos instrumentos, lo que nos lleva a la primera parte de este artículo.
Seguro que ahora entiende mejor por qué no sugiero que invierta ahí, y en cambio, lo animo a seguir venciendo el miedo y la “parálisis del inversor” para comprar los activos que sí le convienen. Para más detalles, recuerde leer mi blog en GuillermoBarba.com.