LA CORRUPCIÓN EMPRESARIAL: LA OTRA CARA DE LA MONEDA

margarito
Ricardo Homs

La corrupción tiene dos rostros: el que recibe y se compromete a hacer un favor indebido y como contraparte quien paga por obtener el favor y por tanto corrompe.
En el primer supuesto está el funcionario público, hoy cuestionado en todos los casos de corrupción. En el segundo generalmente hay un empresario que es su contraparte.
El sector empresarial, sin embargo, se ha negado a quedar sujeto a los controles que se pretenden instrumentar para los proveedores de gobierno y ha asumido una actitud que supone es “digna”, pero que en realidad parece tener un alto componente de cinismo por un lado e impunidad por otro.
Detrás de los grandes escándalos de corrupción siempre ha estado “embarrado” un empresario que ha quedado como “corruptor”. La lista es larga.
El compromiso de actuar con ética también debe ejercitarse desde el sector empresarial.
Por supuesto que son más los empresarios honestos, que pagan sus impuestos, generan empleos y actúan con responsabilidad social. Ser empresario representa una vocación y aceptación del riesgo.
Pero también debemos reconocer que hay una élite oportunista que está a la caza de oportunidades de hacer negocios “oscuros”, capitalizando sus relaciones políticas y el manejo de información privilegiada. Son los que inflan los presupuestos y generan sobreprecios para las obras públicas. Desde los que obtienen obra pública regalando casas, coches y yates, hasta los que se unen para entrar a licitaciones amañadas y con sobreprecio, como aquella historia de los laboratorios farmacéuticos que se ponían de acuerdo entre ellos y después con los encargados de compras del sector salud para surtir medicinas.
Es a ellos a los que debemos poner en el banquillo de los acusados, junto a los funcionarios públicos corruptos.
Es más, ha surgido una nueva categoría empresarial, que ha migrado del ámbito de la política al sector empresarial. Luego se convierten en importantes empresarios, pero con capital obtenido en el ámbito de la corrupción.
Por ello es necesario autocrítica en el sector empresarial.
Seguramente en el ámbito de los auténticos empresarios, los que construyeron un patrimonio importante con base a sacrificios y riesgos, está un segmento de los mexicanos que tienen la mira puesta en el futuro de México, pensando en que si gobierno y empresarios actuamos con responsabilidad, a nuestro patrimonio y al país les irá muy bien.
En el México de hoy hay más visión de futuro en el sector empresarial que en el gobierno, que piensa sólo en cubrir su periodo administrativo.
Es necesario que el auténtico sector empresarial se deslinde de los empresarios oportunistas y de coyuntura, pues de otro modo carecerá de autoridad moral para señalar actos de corrupción.
El empresariado no tiene legitimidad para exigir los controles a los funcionarios públicos sin estar dispuestos a someterse a ellos. Es cuestión de congruencia moral.
E-mail: ricardo.homs@usa.net