La destructiva idea del “impuesto a la riqueza”

Desde hace muchos años ha sido un tema en discusión, pero ahora ha tomado más fuerza por las propuestas de gobiernos y políticos para atraer más popularidad: poner o elevar impuestos a la riqueza de las personas más acaudaladas.
En EU por ejemplo, una de las iniciativas más sonadas es la de la senadora por Massachusetts y aspirante presidencial por el Partido Demócrata, Elizabeth Warren, que quiere aplicar un impuesto del 2% a los 75,000 hogares más ricos de Estados Unidos por cada dólar de su patrimonio neto superior a 50 millones de dólares; y la tasa se elevaría al 3% de cada dólar cuando el patrimonio supere los mil millones. Esto con el objetivo de “combatir la creciente desigualdad.”
La propuesta está acompañada de un estudio hecho por dos economistas de la Universidad de Berkeley, California, en el que simulan cuánto se habrían reducido las fortunas de los más ricos de Estados Unidos si el impuesto de Warren se hubiera aplicado desde 1982. Por ejemplo, la riqueza de Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, según Forbes, se reduciría a la mitad: de 160,000 millones de dólares actuales a 86,800 millones.
La riqueza de Bill Gates, fundador de Microsoft, sería de 36,000 millones en vez de los 97,000 millones actuales y la del inversionista Warren Buffett en 30,000 mdd, solo un tercio de los 88,000 millones que tiene ahora.
Este impuesto, según la lógica de Warren, buscaría reducir la desigualdad de ingresos confiscando parte del patrimonio de la gente más acaudalada para ayudar a la más pobre.
Esta tesis, pese a que puede ser popular o “bien aceptada”, tiene muchos problemas. El principal es que este impuesto -como todos-, consume capital, no lo crea ni lo repone y, todo aquello que no ayuda a generar más riqueza solo provocará más pobreza con el paso del tiempo.
Castigar la creación de riqueza, no puede tener otro efecto.




El comercio no es un juego de suma cero en el que alguien gana lo que otro pierde. Es en cambio, un juego de ganar-ganar, en el que el vendedor obtiene una ganancia por entregar un bien (su mercancía) que valora menos que el bien que recibe (el dinero), mientras que el comprador adquiere un bien que valora más que el dinero que paga por él.
Esta acumulación de ganancias en valor es la que, al repetirse una y otra y otra vez con la actividad comercial, aumenta la riqueza (creación de bienes y servicios que satisfacen necesidades humanas cada vez de manera más eficiente a menores precios) de la sociedad.
“El capital agrega apoyo al esfuerzo humano. Hoy no trabajamos más duro que en el mundo antiguo. Sin embargo, producimos mucho más porque hemos acumulado una gran cantidad de capital. Esto es lo que Thomas Piketty, Elizabeth Warren, Bernie Sanders, Jerry Yang y Jeremy Corbyn quieren quitar. Y el propósito de quitarle la riqueza (capital) a quienes la tienen, no es simplemente ponerla en manos del gobierno: es para consumirla”, dice nuestro amigo Keith Weiner, analista de Monetary Metals, en un artículo reciente, y no podríamos estar más de acuerdo.
Esto va más allá de si se está de acuerdo o no en poner impuestos más elevados a los ricos, sino lo que se hace con el capital confiscado. Los políticos, en su soberbia, deciden a quién dar el dinero que se le quitó a alguien más, y no necesariamente este va a mejorar la situación de quien está en peores condiciones, pero sí buscará coaccionarlo para que este entregue su apoyo y voto a su benefactor.
Los gobiernos no crean riqueza, la consumen, ya que viven no de crear valor, sino de confiscar mediante impuestos la propiedad privada.
Aumentar impuestos “a los ricos” (defininición siempre cuestionable) es simplemente destruir capital que pudo haberse usado para inversión, educación, creación de empleos, financiamiento de proyectos e investigación y desarrollo. Mientras más dinero se use para pagar impuestos, menos capital disponible hay para todo lo anterior.




Esto por desgracia, viene en línea con lo que advertimos aquí la semana pasada respecto a una cada vez más cerca reforma fiscal -que ha adelantado el propio secretario de Hacienda- que castigará la creación de riqueza en el país. En 2022 habrá más impuestos “a los ricos” de México, que más valdría que el gremio empresarial comenzara a cabildear para desarticular.
El gobierno debe reducir su gasto en vez de buscar cargarnos más la mano a los mismos que pagamos siempre. Seguir caminos equivocados de castigar la creación de riqueza, terminaría condenándonos a un atraso mayor en el que nos encontramos, e ir hacia atrás, no debería siquiera ser considerada una opción.
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