La deuda: ¿es buena o mala?

Existe la creencia común de que las deudas son algo malo, y que el ideal de salud financiera implica tener “cero créditos”. La realidad, es bastante más matizada. Las deudas no son buenas ni malas per se. Como cualquier bien, el crédito es capaz de procurar satisfacción a quien lo demanda, a un determinado precio que es la tasa de interés.
Quien obtiene un préstamo hoy, satisface una necesidad o deseo presente a cambio de un pago mayor a futuro. A esa preferencia por un bien hoy en vez de ahorrar y esperar a disfrutarlo después, se le conoce en economía como “preferencia temporal”. Un demandante de crédito con mayor preferencia temporal, recibe de un oferente -cuya preferencia temporal es menor- dinero a cambio de un interés. Nada obliga al consumidor a aceptar el préstamo, por lo que no existe tal cosa como “tasas abusivas” siempre que haya un acuerdo libre entre las partes.
En fin. El punto es que se suele decir que la tasa de interés es “el precio del dinero”, pero esa es una imprecisión. En realidad, es sólo el precio del dinero prestado, que varía en función de la oferta y la demanda, igual que con cualquier otra mercancía.
Si el demandante de crédito implica un riesgo mayor de incumplimiento de pago, ¿cree usted que habrá más o menos oferta de dinero prestado para él?
¡Correcto! A mayor riesgo, el oferente de crédito exigirá una tasa de interés (precio) más alto. A menor riesgo y mejor calidad del cliente, podrá darse el lujo de pagar un precio más bajo por sus créditos porque los oferentes competirán más duro por ese cliente.
Justo por eso, un mercado abierto y libre de tasas de interés es fundamental para el buen funcionamiento del mercado de dinero, pues su encarecimiento o abaratamiento artificial (como manipulan los bancos centrales en la actualidad) genera distorsiones graves que generan el ciclo económico creciente de auge y crisis, una y otra vez.
Por eso es un grave error que la respuesta de política monetaria de los bancos centrales a las crisis, sea la de abaratar el crédito (recortar las tasas de interés) porque en primer lugar, esa acción conduce a una sobreoferta de crédito que sólo puede colocarse entre consumidores de baja calidad que tarde o temprano, incumplirán sus compromisos. Cuando eso ocurre, la burbuja estalla y el efecto dominó se desencadena en una crisis-recesión peor que la anterior.
Todo esto se lo digo porque el miércoles pasado se anunció que la Secretaria de Hacienda y Crédito Público “concluyó una operación de financiamiento en el mercado de dólares, la cual no representa endeudamiento adicional a los límites de endeudamiento neto establecidos en la Ley de Ingresos de la Federación para el Ejercicio fiscal de 2020 aprobados por el Congreso”. ¡Y es cierto!
Algunos suscriptores y público en general se sorprendieron con la noticia, y lo consideraron como otra “mala señal” para el país.
A decir verdad, los 6 mil millones de dólares que se contrataron fueron posibles gracias a las altas tasas de interés que se ofrecieron.
El gobierno presumió que “esta es la colocación de bonos con mayor demanda en la historia del Gobierno Federal”, y que “la emisión alcanzo una demanda (…) equivalente a 4.75 veces el monto total de la transacción”.
Considerando que por vencimientos (a 5, 12 y 31 años) las tasas EN DÓLARES estuvieron entre 4.125 y 5.5 por ciento, en un contexto de tasas de interés en EU cercanas al cero por ciento, no sorprende que haya habido tanta oferta.
Y es que pese a su debilidad estructural, México todavía es calificado por las grandes casas calificadoras como un país con “grado de inversión”, es decir, como un deudor de relativo bajo riesgo. Sin embargo, con las tasas que se obtuvieron en la emisión de bonos, queda claro que el país sólo es atractivo a un precio bastante elevado, que pagaremos durante las próximas generaciones.
Pero, de vuelta al inicio: las deudas por sí mismas no son malas, y la emisión referida, no implica NADA extraordinario considerando que se encontraba plenamente presupuestada y autorizada en la Ley de Ingresos 2020.
¿Qué sí es lo malo? Que el gobierno de México no utilice el gasto gubernamental y el crédito de manera eficiente y rentable, sino en “progamas sociales” de comprobada ineficacia para combatir la pobreza, pero de probado atractivo para generar clientelas electorales. No existe la tan publicitada “austeridad”, pues el gasto público total será este año el más grande de la historia.




Al mismo tiempo, no se apoya y se persigue a los empresarios, se desalienta la inversión, se han cancelado proyectos viables como el NAIM (Nuevo Aeropuerto Internacional de México) mientras se continúan otros financieramente insostenibles como el Tren Maya, Dos Bocas y el Aeropuerto de Santa Lucía.
Ante tal estupidez económica, sólo queda pensar que el propósito real es el de destruir la economía de manera intencional.
Y es que una economía destruida es esencial para el establecimiento de un país con un régimen socialista, porque permite en última instancia al gobernante convertirse en el “gran proveedor” (acaparador) de las migajas que sólo él reparte. Es la vieja receta infalible para acabar con las libertades, y para perpetuar dictaduras.




Quizá por eso López Obrador haya dicho que la crisis por coronavirus le cayó “como anillo al dedo”, pues ahora hasta la propia gente ante la contingencia por el brote de Covid-19 es la que pide que el gobierno aplique “mano dura” contra aquellos que no estén de acuerdo con el confinamiento obligatorio y la destrucción impuesta de la economía.
A esto, súmele que la (no) oposición en vez que presentar alternativas de solución para no aniquilar el poco empleo y actividad económica que quedan, está empecinada en hacerle el juego al gobierno Federal con medidas más fuertes y controles más estrictos que agravan el “gran confinamiento” al que nos han condenado.
En este escenario, podrá entenderse que mientras que el endeudamiento en sí mismo es neutral -o sea no es ni bueno ni malo por su propia naturaleza-, cuando ocurre en un contexto de gasto irresponsable, desenfrenado y creciente, el resultado -intencional o no- será la debacle. Lo peor para la economía de México, apenas está empezando.