LA "GUERRA" POR LOS ALIMENTOS: EL PUNTO CRÍTICO

En Inteligencia Financiera hemos dedicado por su importancia, un amplio espacio al tema del alza en el precio de los alimentos. No es ninguna sorpresa que los niveles de pobreza y hambre estén vinculados estrechamente a estos, pues las familias de menores ingresos destinan una porción mayor de su gasto a la comida que aquellas más favorecidas. Por ello, cada peso o dólar de aumento implica que miles de personas más se suman sin remedio a las estadísticas de pobreza y desnutrición, dondequiera que se encuentren.

Dos organismos internacionales, la FAO y el Banco Mundial –que cuentan con sendos índices de precios alimenticios, ya han expresado en reportes por separado su preocupación al respecto. El primero, porque su medición acumula siete meses consecutivos hacia arriba; el segundo, porque estima que justo en ese mismo periodo (de junio a enero pasados), 44 millones de personas en países en desarrollo han caído dentro de lo que considera como “pobreza extrema”, es decir, aquellos que sobreviven con menos de 1.25 dólares diarios. Por supuesto, estas coincidencias no son producto de la casualidad.
Nuestro país, como es obvio, no es ajeno a esa realidad. Sin embargo, en cualquier entrevista podemos escuchar muy tranquilo al titular de SAGARPA, Francisco Mayorga, hablar de que el abasto de maíz y hortalizas, por ejemplo, está garantizado a pesar de la tragedia agrícola de un estado tan importante en esa materia, como Sinaloa. Asimismo, que los problemas de precios tienen su origen en las cotizaciones de los productos en el mercado internacional, afectados nada más que por las condiciones climáticas.
Sí, claro que en esas variaciones influyen los fenómenos meteorológicos, pero contrario a lo que cree el alto funcionario, esa no es la raíz de los crecientes precios sino sólo un ingrediente más. Queda clara entonces la intención oficial de atribuir los inminentes aumentos sólo a meras motivaciones externas. Una reedición de aquella frase de: “esta crisis, vino de fuera”.
De este modo se pretende fingir que México puede darse el lujo de perder el 75 por ciento de su producción nacional de maíz (del ciclo otoño-invierno), sin que pase nada; eso no es posible. Las leyes de oferta y demanda no fallan y, en este caso, la menor disponibilidad del grano tendrá severas consecuencias inmediatas en precios como el de la tortilla. Para ello ya sólo es cuestión de tiempo.
En otras palabras, aunque se satisficieran los requerimientos de maíz como promete Francisco Mayorga, éste no estará a costos accesibles para todos. Si no, que le pregunten a los castigados empresarios de la industria tortillera, que ya sufren la subida de sus costes en un ambiente de dura competencia frente a las grandes cadenas, que pueden subsidiar el kilo para ser más competitivos.
Ante estas circunstancias internas, podemos esperar un golpe más fuerte de lo que se preveía por la elevada liquidez monetaria global. La historia demuestra que, cada vez que gobiernos y bancos centrales se dedican a derrochar e imprimir dinero para enfrentar sus dificultades económicas, como está ocurriendo ahora, el resultado es un incremento en el valor de activos tangibles. Las commodities –entre las que se encuentran los alimentos,  forman parte de esos activos que además se potencian con la escasez de inventarios y de tierra cultivable disponible que hay en el mundo.
Mientras no se vislumbre un cambio de dirección en esta política de creación monetaria, la tendencia al alza seguirá imparable. Esa sí, es la causa original de este “big bang”.
Ahora bien, ¿qué sucedería si para cumplir con el abasto se requiriera importar el maíz? Los riesgos son evidentes, pues la crisis alimentaria que se gesta no es exclusiva de México. Aquellas naciones en posición de exportar sus excedentes agrícolas, sobre todo de granos, la pensarán dos veces antes de venderlos, bajo el riesgo de comprometer la oferta suficiente en sus mercados internos. Justo eso sucedió con Rusia el año pasado, cuando prohibió las exportaciones de trigo.
Como en una guerra, los frentes guardan sus provisiones. Es por todo eso que el Banco Mundial califica los precios actuales como “peligrosos”, en punto crítico, pues pueblos hambrientos son susceptibles de organizar movimientos sociales que generan inestabilidad al estilo de Túnez o Egipto. En América Latina, Bolivia, Guatemala, Haití y Honduras enfrentan desafíos todavía mayores al nuestro.
Por eso hoy más que nunca, nada puede haber más importante que, primero, buscar ser autosuficientes en materia alimentaria. Luego, a través de la investigación, del desarrollo y de más infraestructura, sentar las bases para poder ofrecer en el largo plazo, nuestros productos agropecuarios al continente asiático, que será el que lidere el crecimiento económico en el presente siglo. El campo, después de todo, resultará ser un gran negocio si lo sabemos aprovechar.
Guillermo Barba
Twitter: @memobarba