LA IGLESIA CATÓLICA EN EL MUNDO DE HOY

margarito
Ricardo Homs

Para quienes acostumbramos aún acudir a misa es evidente que una gran mayoría de los jóvenes están distanciados de la Iglesia Católica y seguramente de todas las religiones.
Muy pocos adolescentes y gente joven se ven asistiendo en esta celebración religiosa. El número de feligreses  parece incrementarse en relación con la edad. La gente madura prevalece en mayor número en misa.
Esto pudiera incluso llevarnos a cuestionar ¿cómo estarán los seminarios donde se forman los futuros sacerdotes?. ¿Habrá un número de seminaristas suficientes para cubrir el incremento natural de la población?.
La realidad es que si tomamos como un indicador el número de feligreses jóvenes, se ve difícil imaginar que exista el número de seminaristas suficiente para suplir a los curas que se jubilan o mueren.
Sin embargo, ésta parece ser la maldición del mundo occidental, porque en contraste vemos que en el mundo islámico los jóvenes se están volviendo fanáticos religiosos, que incluso arriesgan la vida por su religión.
Seguramente habrá quienes al leer los párrafos anteriores encojan los hombros con indiferencia, pues todos sabemos que nuestro país es laico, aunque se llene de súbito fervor cada vez que nos visita un Papa, símbolo de la Iglesia Católica.
Los lectores muy religiosos pondrán en duda estas reflexiones pues cuando nos visita un Papa “el pueblo se vuelca en fervor religioso”.
Sin embargo, es importante identificar las motivaciones.  ¿Será que la gente acude por un genuino convencimiento espiritual? ó porque se genera un fenómeno mediático que entusiasma a la gente, curiosa por ver a una figura pública famosa, como sucede con los “rock stars”.
Definitivamente, la religión es un modo de vida que se vive cotidianamente y debe guiar nuestra conducta y no un fervor temporal que se mezcla con nuestras tradiciones  culturales y nuestras festividades religiosas.
La pregunta que nos debemos hacer es: ¿la poca presencia de la religión en la vida de los jóvenes tendrá alguna relación con el clima de violencia que vivimos y con los delitos que nos roban nuestra tranquilidad?.
En lo personal pienso que sí. La religión, -la que fuere-, inculcada desde temprana edad nos deja en el inconsciente un conjunto de valores, no sólo religiosos, sino también sociales. Aunque años después dejásemos de sentir ese fervor religioso, e incluso de practicar la religión, esos valores sustentan la idea de lo que debe ser vivir en sociedad, de lo que es justo e injusto.
Aún los ateos del siglo XX, -que siendo niños fueron educados en familias tradicionales y ello implicaba una dosis de religiosidad-, aún negando la existencia de Dios, con su conducta cotidiana su vida daba constancia de que había valores, en algún recóndito lugar de su inconsciente.
Hace un par de años escuché a Dn. Francisco Ibarra decir que “las sociedades que evolucionan son aquellas que tienen valores… los que fuesen”.
Valores de cualquier tipo, morales, sociales o los que se nos puedan ocurrir, pero al fin y al cabo valores, nos permiten coexistir y respetar los derechos de nuestros semejantes.
Esa frase tiene una gran profundidad.
En contraste hoy podríamos preguntar ¿qué valores puede tener alguien que con toda frialdad mata a otro humano y si se equivoca de persona, simplemente encoje los hombros y sale a buscar a quien debe eliminar?… Alguien capaz de desmembrar o mutilar al prójimo, ¿cómo debe ser considerado?.
Eso es lo que vemos hoy y hasta nos acostumbramos a que así es la vida, como en la jungla. Es evidente que ya perdimos la capacidad de asombro.
Antes de esta explosión tecnológica y de la globalización, cuando las familias estaban más unidas de lo que lo están hoy, los valores se adquirían a muy temprana edad en la convivencia entre padres e hijos, simplemente con el ejemplo de la vida cotidiana y se complementaban en la escuela, con maestros que tenían vocación por el magisterio.
En la familia los valores morales y en la escuela laica los valores sociales.
Hoy ni lo uno ni lo otro. Las familias pierden cohesión bajo la presión de un estilo de vida que nos separa y en la escuela los maestros han perdido autoridad moral.
Hoy los grandes delincuentes que ejercen poder son admirados y los ricos aunque le deban su fortuna a la corrupción, son un modelo a seguir para los jóvenes inmaduros.
Mucho bien le haría a la sociedad que las iglesias buscasen acercarse a los jóvenes. Tratasen de entender este nuevo modo de vida y dentro de ese estilo de ser y pensar, sensibilizarlos respecto a valores, los que fuesen.
Para la Iglesia Católica, el Papa Francisco es un importante activo de liderazgo, que sin embargo no es eterno. Ha demostrado aún a su edad, sensibilidad social y entender que en el mundo de hoy el reto es acercarse a esta nueva generación y no esperar como antes que la gente se acerque a la Iglesia.
El Papa Francisco en tan sólo trece meses ha logrado acumular doce millones de seguidores en redes sociales.
La Iglesia Católica en menos de tres años, considerando como referencia la fundación del ayuntamiento de Veracruz y con ello el inicio de la conquista española, estará conmemorando los 500 años del inicio de la evangelización de nuestra nación. Este es un buen momento para reflexionar y replantearse el reto de fortalecer sus esfuerzos en el ámbito de la evangelización con ayuda de las redes sociales y las nuevas tecnologías, para inculcar valores en esta nueva generación.
Forzosamente dentro de las festividades conmemorativas de este acontecimiento histórico, que marcó el nacimiento de nuestra nación, saldrá a relucir el decisivo rol que jugó la Iglesia Católica. Por tanto, es preferible que esta institución se anticipe y desarrolle un plan para que se hable de lo bueno que su presencia trajo a este territorio y no surjan voces que le den  un enfoque negativo a su participación en el proceso de colonización.
Este quinto centenario ofrece una gran oportunidad de modificar esta tendencia creciente hacia la ausencia de valores, que representa ser un asunto de sobrevivencia.
Si no se revierte, lo que se ve en el futuro es el regreso a la barbarie, tecnologizada, pero al fin y al cabo barbarie.
E-mail: ricardo.homs@usa.net