¿Y LOS COMPROMISOS DE CAMPAÑA DEL BRONCO?

margarito
Ricardo Homs

Las declaraciones que dio el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón (El Bronco) a un noticiero de TV respecto a su posición frente a los cuestionamientos que enfrenta el procurador de justicia del Estado que él gobierna, -Roberto Flores Treviño-, acusado en Estados Unidos por girar cheques sin fondos, todo esto en relación con la afición de este al juego de azar en los casinos de Las Vegas, ameritan un análisis profundo.
El cuestionamiento al procurador Roberto Flores Treviño es por haber intentado liquidar sus deudas de juego con los casinos girando cheques sin fondos durante tres ocasiones, -en 1999, en 2006 y en 2011-, lo cual constituye un delito que lo enfrentó con las autoridades de ese país.
Que haya sucedido una vez, podría justificarse como un descuido administrativo en sus finanzas personales, pero tres veces, indica una conducta premeditada que compromete su honorabilidad.
Si bien el gobernador Rodríguez Calderón inicialmente parecía estar dispuesto a analizar el caso, sus últimas declaraciones, -palabras más o palabras menos-, en el sentido de que ese problema responde a su vida privada y por tanto no interfiere en su gestión como funcionario público, reviste gran importancia, pues define la postura ética del mismo gobernador.
Si Flores Treviño ocupase un cargo de poca relevancia en la administración estatal y en un área muy operativa, el tema pasaría desapercibido.
Sin embargo, la calidad moral de quien tiene en sus manos la responsabilidad del combate a la delincuencia y salvaguardar la aplicación de la ley, es un tema que reviste gran importancia pública y que eso no lo entienda el gobernador, es aún más grave, pues nos refiere a que sus promesas de campaña, -en el sentido de combatir la corrupción-, no estaban sustentadas en una convicción, sino en el interés simple y llano de obtener el voto como lo hacen los políticos tradicionales, de los cuales él pretendió deslindarse.
El perfil de quienes hoy tienen la responsabilidad de coadyuvar en la impartición de justicia, -persiguiendo y encarcelando a quienes se burlan de la ley-, debe ser incuestionable moralmente, -en su vida pública pero también en su vida privada-, pues los valores morales son únicos y cada persona los practica de forma espontánea sin hacer diferencias entre su vida profesional y la privada.
Por tanto la vida privada también afecta la imagen y la credibilidad de los funcionarios públicos.
¿Va a poder cumplir su compromiso de combatir la corrupción en el gobierno estatal apoyándose en colaboradores cuestionados por las autoridades norteamericanas y además adictos al juego en casinos?.
Esta declaración de Jaime Rodríguez Calderón, -al inicio de su gestión-, descubre o ausencia de criterio para resolver cuestiones éticas, o simplemente que no tiene ningún compromiso con la moralización de su gobierno. Ambas posibilidades son de muy alto impacto tratándose de un político a quien la ciudadanía puso a la cabeza de los candidatos independientes en la lucha por la presidencia de la república en 2018, según la encuesta de El Universal.
Con estas declaraciones ¿realmente El Bronco refleja ser el perfil del político que es la antítesis de los políticos tradicionales?. Tal parece que se le ha idealizado a partir de un rol circunstancial de haber sido un candidato sin partido político, -lo cual también es cuestionable-, pues tres meses antes de que iniciase la campaña había renunciado al PRI, su partido de toda la vida.
Por ello quizá en muchos sectores de la sociedad de ese estado empieza a haber desencanto por la falta de cumplimiento de sus promesas de campaña.
Si la conducta de Flores Treviño es un asunto relevante para la opinión pública, las declaraciones del gobernador Rodríguez Calderón lo son aún más.
Nuestra democracia aún es endeble y sustentada en percepciones ligeras de la ciudadanía, lo que le hace ser fácilmente manipulable.
E-mail: ricardo.homs@usa.net