Pemex ¿talón de Aquiles de México o sólo lo más delgado de la cuerda?

Petróleos Mexicanos (Pemex) es una “Empresa Productiva del Estado” que lleva años en quiebra técnica por una razón: los pasivos contingentes que carga a cuestas, son impagables. Pero Pemex no es el “talón de Aquiles” de la economía mexicana, porque eso implicaría asumir que fuera de ella, gozamos de una economía fuerte, pujante y sólida. No es así.
Enrique Peña Nieto, por consejo de un nefasto funcionario público keynesiano, Luis Videgaray Caso -en ese entonces su secretario de Hacienda-, ejerció un gasto público crecientemente deficitario que disparó la deuda hasta el 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). En su momento, en 2013, publicamos en Forbes México nuestra advertencia de lo que significaría esta gran “montaña de deuda” que se estaba echando a los hombros de los contribuyentes del país.
Un sexenio después, los resultados saltan a la vista con un tipo de cambio que roza los 20 pesos. Lejos, muy lejos quedaron los 13 pesos que rondaba el tipo de cambio peso/dólar aquel distante 2013.
Los testigos amarillos de alerta se encendieron, pero sólo la llegada de un funcionario más ortodoxo como José Antonio Meade a la silla de Hacienda, permitió contener el estallido de deuda pública más escandaloso de las últimas tres décadas en México.
Meade se fue de candidato, perdió, y la llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia de la República, para muchos significó una luz de esperanza.
Muchos advertimos que no sólo no traería AMLO una mejor economía, sino que esta más pronto que tarde se deterioraría más allá de lo endeble que la dejó Peña Nieto.
Por desgracia, el tiempo nos ha dado la razón a los pesimistas.
La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) fue un golpe demoledor a la credibilidad de nuestro país vis a vis los ojos siempre críticos y desconfiados de los grandes capitales inversores.
Para decirlo claro: si AMLO no corrige este grave, muy grave error, no habrá manera de evitar una desastrosa crisis en México que disparará, de entrada, el tipo de cambio hacia el objetivo de mediano plazo de los 30 pesos por dólar.
Hasta ahora, dos débiles pilares han sostenido la economía mexicana: la frágil estabilidad macroeconómica de las finanzas públicas que dejó EPN, y las muy elevadas tasas de interés que pagan un alto sobreprecio a los inversores nacionales e internacionales, para que no saquen despavoridos sus capitales de aquí.
La primera débil “ancla” arriba aludida, AMLO se está encargando de destruirla.
En concreto nos referimos a las finanzas públicas. Pese a que el (desaparecido) secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, se encarga de repetir -cada que puede- que los ingresos y gastos del gobierno “van bien”, la realidad es que hay reportes y testimonios desde diferentes dependencias que dan cuenta de todo lo contrario: no hay dinero suficiente para medicinas, equipo esencial de trabajo, sigue habiendo despidos, no se les paga a los proveedores, y un largo etc.
En este sentido, es explícito el apetito del fisco por “sacudir” hasta el último centavo a los contribuyentes, y por ir tras nuevos como las plataformas de “streaming” (Netflix, HBO, etc.), de transporte (Uber, Cabify, etc.) y hasta de intercambio de criptomonedas (Bitso, Volabit, etc.).




También ha corrido la especie de que volvería el pago generalizado del Impuesto a la Tenencia de Vehículos Automotores, algo que López Obrador ha “desmentido”, pero que fueron los propios legisladores de Morena -su partido- los que se encargaron de proponerlo.
AMLO hizo el compromiso público de no hacer cambios sustantivos al marco legal en materia impositiva, pero esa promesa vence a la mitad de su sexenio.
Les puedo asegurar sin el mínimo temor de equivocarme, que un alza de impuestos generalizada está cada vez más cerca, pues mientras que son capaces de seguir recortando recursos a lo básico y sustantivo, no lo harán a lo que puede dejarles una rentabilidad electoral, como el “apoyo” (compra) a los “ninis”, entre otras dádivas que el gobierno no se cansa de expandir.
Es en este lamentable contexto que la calificadora Fitch, una de las “tres grandes” (junto con Moody’s y Standard and Poor’s), degradó la nota crediticia de Pemex a grado especulativo o “basura”.
Lo que esto quiere decir -al perder el grado de “inversión”-, es que los inversores que se atrevan a prestar dinero a la petrolera, deben saber que corren un elevado riesgo de que no les paguen como se promete.
Una forma simplista de entender este tipo de calificaciones es: quien está en grado de inversión, tiene una “buena nota” de parte del “buró de crédito”; pero quien está en grado de “basura”, forma parte de la “lista negra”.
El tema aquí es que, reitero, Pemex no es un simple punto débil, sino sólo lo más delgado de la cuerda de la economía mexicana, cuya fragilidad, la llevará a romperse en una nueva crisis igual o peor que la que vivimos en 2008-2009.




Hay quien afirma y repetirá falsamente hasta el cansancio que esa próxima crisis no será culpa de López Obrador, pero eso es un error.
Si bien es cierto que EPN dejó la economía en un estado de fragilidad macroeconómica, era y es obligación de AMLO fortalecerla mas no debilitarla más, y esto último es lo que está consiguiendo.
AMLO es un “analfabeta” económico, y ese no sería un problema si se dejara asesorar y actuar en consecuencia.
El problema entonces es que, sin tener idea de los graves efectos económicos de sus malas decisiones, está actuando como si sí supiera lo que está haciendo. El presidente se ha autoconvencido de que hace lo correcto, de que la economía “no es ninguna ciencia”, y de que sus malas decisiones son “buenas”.
Esta ceguera mesiánica que siempre le ha caracterizado, se ha hecho más fuerte con su ascenso a la silla presidencial.
¿De qué sirve la información que aquí le he proporcionado?
De mucho, o de nada. Depende de usted.
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