Pese a encuestas, todavía no hay ganador.

Todavía no inician – oficialmente, pues – las campañas electorales y ya hay quien se declara ganador; todavía falta lo más álgido de esta batalla final por el poder ejecutivo y los distintos bandos ya empiezan, de una u otra forma, a aceptar sus papeles de segundones, de víctimas, de villanos e incluso de espontáneos…
Y es que puede ser difícil, por lo menos para los más confianzudos, el vislumbrar un futuro distinto al que cantan las encuestas recientes donde el puntero es puntero por casi 10 puntos de diferencia con su más cercano rival – Según la encuesta hecha por “Efekto Tv”, misma que se hizo con una muestra de 1200 personas y que fue publicada el pasado 12 de marzo – sin embargo, en el pasado reciente, hemos tenido números similares con cantares igual de escandalosos.
Para entrar en detalle quiero regresarlos al 2005, ahí, cuando la ciudad de la esperanza era el resplandeciente bastión de la izquierda mexicana y el “primero los pobres” retumbaba como cuerno vikingo en cada recóndito espacio del país – O de la ciudad, más bien. –
En esos entonces, cercanos al 5 de diciembre del 2005, teníamos a AMLO encumbrado con un 34.7% de la preferencia según la encuesta nacional en viviendas hecha por “Consulta Mifosky”, mientras que quien ganase las elecciones – “El espurio” – mantenía un 31.5% de las preferencias, estando incluso por debajo de Roberto Madrazo quien traía un 32.7%




De manera posterior, en febrero del 2006, AMLO alcanzaría la cúspide de su poder al separarse aproximadamente por 10 puntos de su más cercano competidor – Calderón ya había dejado atrás a Madrazo – encumbrándose, justo como ahora, rumbo a una victoria llena de rosas que terminaron por ser espinas cuando el inicio formal de las campañas, los debates y los desaciertos propios de todo político mexicano, nos llevaron al resultado ya ampliamente conocido.
Por su parte, es imposible dejar de lado la única encuesta que cuenta: La de las urnas, que ya ha hablado en 2 ocasiones.
En 2006 AMLO obtuvo 14,756,350 votos mientras que en el 2012 se quedó con 15,896,999 votos – cifras provistas por el INE, claro está – teniendo un crecimiento poco significativo en realidad, demostrando más constancia que progreso como tal – Creció alrededor de un 7% – mientras que el PRI pasó de los 9,301,441 votos logrados por Madrazo en 2006 a los 19,226,784 votos que obtuvo Peña.
Hay que considerar que el Padrón electoral pasó de 41,791,322 electores en 2006 a 50,323,153 en 2012, teniendo un incremento de 8,531,831 cabecitas pensantes con derecho a voto.
Es decir, de esos 8 millones y pico, AMLO solo fue capaz de captar 1, más o menos (Juventudes “Pejistas”, ¿dónde están?) Mientras que el PRI, entre nuevos y los que se fastidiaron del PAN – Vázquez Mota perdió 2,213,637 votos – captó más de 10.
Así, a estas alturas, es muy pronto para bajar los brazos, para renunciar a la defensa de la libertad y del porvenir que queremos como individuos. 
Hay tiempo, hay espacios y sobre todo oportunidades para poder llegar a ese sector que definirá, como siempre, el porvenir de un proyecto capaz de involucrarnos a todos. Todavía es pronto, entonces, para negarse al diálogo con los indecisos, con los que votan por primera vez, con quienes no se cierran a una idea o una dádiva con los colores de algún partido.
El vilo que cubre al 2018 no es tan espeso como en años anteriores, ni tan misterioso o sinuoso, pero bien puede ser, ante los panoramas descritos, el más complicado de todos.