¿Subirán más las tasas de interés y la inflación?

En lo que llevamos de 2021, se ha especulado sobre la posibilidad de que la inflación y las tasas de interés comiencen a repuntar, lo que ha tenido efectos en mercados como el del dólar y el oro, que han caído moderadamente. En la siguiente tabla puede observarse cómo todos los rendimientos de la de deuda estadounidense han escalado a partir de vencimientos a dos años.

El razonamiento es que, si la economía mejorará, no hace sentido quedarse invertido en activos refugio (oro, dólar, bonos estadounidenses, etc.), lo que conduce a los inversores a vender sus posiciones y a la caída de precio de dichos activos. Simple, pero erróneo.
Dichas especulaciones sobre una inminente recuperación se basan en la esperanza de amplios estímulos fiscales por hasta 2 millones de millones de dólares con los que pretende iniciar su administración el próximo presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
En segundo lugar, se estima que con la vacunación masiva que ha iniciado en buena parte del planeta, 2021 será por fin el año en que se logre contener el avance de la COVID-19, y en consecuencia, en el que comience una definitiva recuperación económica.
Debido a esas expectativas, los flujos de capital han comenzado a irse hacia activos de riesgo, como divisas de países emergentes. Eso explica la apreciación de nuestra moneda, que se mantiene por debajo de los 20 pesos por dólar.
Sin embargo, el optimismo desbordado no está sustentado en la realidad.
Si bien es cierto que la mayoría demócrata podría pasar pronto los planes de estímulo de Biden, y que las vacunas se están distribuyendo con rapidez, también lo es que la destrucción económica ha sido de tal magnitud, que una rápida recuperación económica no será posible.
El daño auto infligido por la mayoría de los gobiernos de todo el mundo al decretar confinamientos forzosos detuvo en seco la actividad de millones de empresas, y muchas de ellas, ya han quebrado. No existirán más.
Las cifras de contagios y muertes por COVID-19 hablan por sí mismas: los confinamientos y el cese de actividades arbitrariamente designadas como “no esenciales”, no ha sido un medio eficaz para detener la expansión de nuevo coronavirus. Las personas se siguen contagiando en reuniones sociales en sus propias casas o durante su actividad cotidiana en el hogar, con una agravante: muchas de ellas se quedaron sin sus fuentes de ingreso por culpa de un gobierno que decidió que sus empleos eran prescindibles.
Volver a la actividad no será tan fácil como haberlas cerrado por una razón obvia: miles de empresas ya no estarán ahí para que los afectados recuperen sus empleos. Esta destrucción de capital pudo y debió evitarse, pero los gobiernos prefirieron fingir que hacían algo contra la pandemia decretando confinamientos que dedicarse a atender las muchas carencias de los servicios de salud.
De este modo, aunque para sus beneficiarios los estímulos estadounidenses serán mucho mejor que la ausencia de estos en países como México, la realidad es que se tratará de simples paliativos de corto plazo que no servirán para revivir los millones de empresas y empleos perdidos. Recuperarlos nos tomará quizá toda la actual década.
Eso sí: esos billonarios estímulos de gasto que comenzarán muy pronto a inundar el planeta, sumados a la inyección de liquidez que los bancos centrales mantienen para deprimir las tasas de interés, seguirán corrompiendo el sistema monetario y erosionando el valor de nuestro dinero como tendencia de largo plazo.
De manera que sí, esa “inflación” monetaria continuará expresándose pero no en los índices nacionales de precios al consumidor, que se mantendrán deprimidos por la débil y frágil actividad económica post- COVID, sino en burbujas de activos que se inflarán más y más. Paradójicamente, cuando estas revienten, los flujos de capital se revertirán hacia los activos refugio, que incluyen al propio dólar.
Esa es la razón de que lo sigamos manteniendo como parte de nuestra estrategia en valor de largo plazo. Es falso que el billete verde sea una moneda “al borde del colapso”.
En suma: los falsos remedios que se están proponiendo para salir de la recesión global no sólo no son soluciones reales, sino que inflarán nuevas burbujas de crédito y deuda que provocarán después una nueva crisis peor que la actual.
Así que por el momento no hay razón para preocuparse por inflación o tasas altas en el corto plazo, pero sí para temer por nuestra seguridad financiera, por el valor de nuestro patrimonio y por nuestros derechos y libertades que, por la ineptitud e incompetencia de nuestros gobernantes, están bajo amenaza.
La “autodefensa financiera”, en consecuencia, sigue siendo la única opción real, y las “armas” para ello, continúan estando en el oro, la plata, el dólar y el bitcoin entre otros, que continuarán revalorándose. Quedarse en el peso y activos denominados en él, es la peor elección.