La guerra contra el efectivo restringe las libertades

Los políticos, sin importar su ideología, siempre tratarán de tener el mayor control posible sobre la población, entrometiéndose en sus decisiones y privacidad. Y una de las formas más eficaces de hacerlo es restringiendo el uso del dinero en efectivo, que permite al individuo hacer sus transacciones protegiendo su derecho a la privacidad y la confidencialidad.
Por supuesto, es verdad que la tecnología nos ha hecho más fáciles los pagos, ya no tenemos que ir al banco para hacer cualquier transacción y recurrimos a las tarjetas de débito o crédito para no buscar un cajero.
Lo que también es cierto es que debemos mantener la libertad de hacer con dinero físico las operaciones que creamos convenientes y preservar nuestro patrimonio con los activos que elijamos, como es nuestro derecho.
Quizá por eso, pese a la tecnbología, la gente no está usando menos, sino más efectivo.
Hace un año reportamos en este espacio que, de acuerdo con un informe del Banco Internacional de Pagos (BIS), entre 2007 y 2016, el dinero en efectivo en circulación pasó del 7% del PIB al 9% en un grupo de países que concentran el 80% del PIB global.
Puede haber varias causas de esto, pero la adopción del dinero electrónico ha sido dispar en todo el mundo.
Claudio Grass, un asesor de metales preciosos que vive en Suiza, dice que esto es particularmente relevante en Europa. Los estados nórdicos han estado ansiosos por hacer la transición hacia desaparecer el efectivo, mientras que otros han mostrado una fuerte resistencia, como Alemania y Suiza, donde más del 70% de todas las transacciones todavía se hacen con billetes y monedas, según un estudio reciente del Banco Nacional de Suiza (SNB).
“Por lo tanto, se ha adoptado un mensaje muy diferente. En lugar de exaltar las virtudes de las transacciones electrónicas, el enfoque cambió a demonizar el efectivo. La nueva narrativa ahora apunta a avivar el miedo, las preocupaciones de seguridad y lanzar sospechas sobre aquellos que insisten en conservar la opción de usar efectivo”, dice Grass en un estupendo artículo publicado en lemetropolecafe.com, un portal con información de alto nivel de análisis.
El autor de ese artículo, recuerda que restringir varios derechos, desde la privacidad a la soberanía financiera, o sacrificarlos por completo, por razones de seguridad, es históricamente uno de los movimientos más antiguos en el tablero político. Italia y Francia ya prohibieron las transacciones en efectivo por más de 1,000 euros, mientras que España también lo hizo, pero con un límite de 2,500 euros.
“El hecho de imponer una parte cada vez mayor de la actividad económica a los sistemas electrónicos tiene un grave efecto en el mercado y en los derechos de privacidad del ciudadano. Especialmente teniendo en cuenta las capacidades de las tecnologías de Big Data y la granularidad del análisis que pueden ofrecer, la información a la que puede tener acceso una autoridad centralizada tiene implicaciones aterradoras”, advierte Claudio Grass.
Que un gobierno posea esa clase de información nunca puede ser bueno. Saber los hábitos de gasto y otros datos relacionados con las transacciones, puede usarse para formar patrones e incluir información relacionada con todo, desde círculos sociales y profesionales hasta inclinaciones políticas y afiliaciones.
Una muestra de lo que hablamos es el sistema de “crédito social” de China, que se lanzará el próximo año y se basa en la recopilación masiva de datos y tiene como objetivo calificar y eventualmente estandarizar el comportamiento de sus ciudadanos. Terrible.




Un ingrediente esencial para que esto funcione es el acceso del gobierno a los datos financieros de los ciudadanos. Una amplia gama de información sobre la actividad económica se ha introducido en el sistema, desde transacciones y hábitos de gasto hasta datos de deuda y crédito.
Los planes piloto han puesto “castigos” a sus ciudadanos con bajos puntajes sociales como prohibiciones de viaje, pues a más de nueve millones de personas se les ha negado el derecho a comprar boletos para vuelos nacionales y otros seis millones tienen prohibido viajar en tren. Los proyectos piloto también incluyeron ofrecer recompensas materiales a los ciudadanos que ayudan a las autoridades a hacer cumplir las restricciones de las prácticas religiosas.
Por supuesto se trata de China, uno de los países que más ha avanzado económicamente, pero también con más prohibiciones en el mundo, con lo que atentan contra la libertad y derechos individuales de las personas. A la larga esto puede echar por la borda buena parte del avance chino, o hasta provocar una revolución que cambie el sistema político en ese país, que es justo lo que el gobernante Partido Comunista quiere evitar.




No tengan duda que muchos gobiernos quisieran emular este plan e influir sobre el comportamiento de la gente.
A lo largo del tiempo ha habido muchos intentos. India desmonetizó los billetes de 500 y mil rupias, pero solo provocó graves estragos en su economía. El Banco Central Europeo (BCE) dejó de emitir los billetes de 500 euros. Y así seguirán las ocurrencias de los gobernantes en todo el mundo para prohibir el efectivo.
Ante estos embates contra la libertad, debemos levantar la voz para defenderla, porque siempre hay alguien, muchos, que nos la querrán quitar.
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